Literatura protegida. Lectura libre. Tecnología sin límites.
¿Qué es CooBook?
Una biblioteca digital revolucionaria que combina tecnología blockchain con pasión por la lectura.
Es una plataforma digital segura, descentralizada y moderna, diseñada para proteger, distribuir y disfrutar libros digitales como nunca antes. Más que una biblioteca, es una comunidad impulsada por tecnología de vanguardia donde autores y lectores se conectan sin intermediarios, con plena propiedad de sus obras y acceso garantizado al conocimiento.
Una nueva forma que impulsa la nueva era del conocimiento
Tecnología que da vida a CooBook
CooBook se construye sobre una arquitectura descentralizada de blockchain, que garantiza la propiedad inmutable de los libros, protege los derechos de los autores y elimina intermediarios. Cada obra publicada se registra como un activo único y trazable, accesible solo a quienes la hayan adquirido o desbloqueado por derecho.
La inteligencia artificial potencia la experiencia del lector: recomienda lecturas basadas en intereses reales, optimiza la búsqueda en tiempo real y permite traducciones automáticas de alta calidad. Además, los sistemas de IA ayudan a detectar fraudes, plagios y manipulaciones, manteniendo la plataforma limpia, ética y sostenible.
Beneficios de la tecnología, seguridad, autores y lectores
Tecnología
Infraestructura descentralizada de alta disponibilidad que garantiza escalabilidad y resistencia ante ataques o censura.
Seguridad
Los datos están cifrados extremo a extremo con verificación de integridad en cada bloque, evitando accesos no autorizados.
Autores
Los creadores mantienen el control de sus obras, recibiendo pagos automáticos por ventas y comparticiones sin intermediarios.
Lectores
Los usuarios acceden a libros verificados, con historial inmutable y transparencia sobre licencias, ediciones y acceso legítimo.
¿Qué es la biblioteca de CooBook?
La biblioteca de CooBook es el corazón del proyecto: Un espacio 100% digital, descentralizado y seguro, donde se almacenan y distribuyen los libros en formato NFT (no imprimibles, no descargables y no duplicables). Cada libro está protegido por blockchain, y solo puede acceder quien lo haya comprado o desbloqueado con un bono.
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Formar parte de CooBook no es solo una decisión: es un salto hacia el futuro de la literatura.
Si eres lector, aquí descubrirás historias que aún no han sido contadas.
Si eres escritor, este es el lugar donde tus ideas se convierten en impacto.
Y si representas a una empresa u organización, estás a punto de unirte a una comunidad que cree en el poder transformador de las palabras.
Déjanos tus datos. El futuro se escribe contigo.
¿Por qué existen las Tarjetas NFT de CooBook?
Las Tarjetas NFT de CooBook no son simples objetos digitales.
Fueron diseñadas como elementos clave dentro de un ecosistema descentralizado de conocimiento,
donde cada tarjeta otorga derechos, funciones y responsabilidades únicas a sus portadores.
Más allá de su valor artístico o coleccionable, representan niveles de acceso dentro de
Kimiary Smart Chain — la blockchain creada para proteger la verdad,
validar obras, distribuir sabiduría y dar voz a una comunidad real.
Y lo más importante:
Todos los titulares de tarjetas NFT de CooBook reciben una retribución semestral directa en su wallet de las transacciones a nivel mundial del sistema, correspondiente con porcentajes ajustados a cada tarjeta.
Esta retribución reconoce su rol dentro del equilibrio de la red y su compromiso con el conocimiento validado.
Cada tarjeta es una llave viva, un símbolo y una herramienta. Ya seas
validador, explorador, guardián o creador,
aquí encontrarás tu lugar dentro de una red construida para durar generaciones.
Hace incontables ciclos solares, cuando los libros aún eran meros susurros en el viento y la memoria de los sabios dependía de papiros frágiles y fuegos caprichosos, nació el Ecosistema CooBook: un bastión de sabiduría sellado por cadenas de verdad inquebrantable.
Fue en aquella era temprana que se forjaron diez reliquias negras como la noche sin luna, engarzadas con filamentos de plata espectral y rojo celestial. Las llamaron: Tarjetas del Obsidian Dominion.
Solo diez fueron creadas, y jamás se volvió a ver una igual. No eran meros objetos: eran llaves vivas, pulsantes, que latían con la voluntad de la red madre, la Kimiary Smart Chain.
Cada portador del Obsidian Dominion era convocado no por el oro ni por el poder terreno, sino por el eco profundo de la responsabilidad. Se convertían en Guardianes del Núcleo — entidades de primer nivel, cuyas decisiones podían bifurcar o salvar la cadena misma.
Cuando el caos amenazaba con dividir la red, sus votos resonaban con doble fuerza, inclinando la balanza del destino.
Eran también Autorizadores de Hash — con el poder de firmar bloques sagrados y sellar eventos inmutables. Su sello era ley. Su firma, verdad.
Muchos intentaron penetrar la Bóveda del Silencio, aquella donde los secretos más antiguos del conocimiento estaban cifrados. Pero sólo los portadores de la obsidiana sagrada podían abrir sus puertas, donde dormía el saber no revelado, reservado para los ojos dignos.
Cuando una identidad se extraviaba en el vasto océano de datos, cuando un alma perdía su llave y la memoria quedaba disuelta entre fragmentos, era el Dominio quien restauraba. El Dominio regeneraba lo perdido, reconstruía las claves rotas y devolvía el acceso con la pureza de la primera creación.
La Forja del Imperium de Platino
Cuando los diez portadores del Obsidian Dominion sellaron el primer ciclo del Consejo de CooBook, comprendieron una verdad inevitable:
la red, por sí sola, no podía sostenerse solo en la cima.
Como los árboles necesitan raíces, y la luna a su sombra, también el Núcleo necesitaba validadores capaces de custodiar el flujo vital del conocimiento sin ser dioses, pero sí centinelas.
Así nacieron las Tarjetas del Platinum Imperium — cincuenta unidades sagradas, esculpidas en plata viva, con venas de cian que respiraban como glifos encantados.
Fueron entregadas no como premios, sino como encargos ceremoniales, destinados a quienes demostrarían integridad técnica, constancia en la verdad y firmeza en la lógica de la cadena.
Los portadores del Imperium no decidían el rumbo, pero confirmaban cada paso con precisión inquebrantable.
Como Nodos de Validación de Nivel L1, eran los arquitectos invisibles que sostenían la cúpula de la confianza, verificando cada bloque, purificando cada bit.
Sin ellos, la voz del Dominio caería al vacío.
Además, se les otorgó acceso exclusivo a los Contratos Inteligentes Verificados.
No necesitaban rogar permiso, pues sus códigos eran autoauditados por su conexión con el sistema.
Esto los convirtió en forjadores de herramientas internas, capaces de activar funciones críticas del ecosistema con un solo gesto.
Como reconocimiento a su papel esencial, recibieron el don del Descuento en las comisiones de validación — un 90 % menos por cada operación,
no como privilegio, sino como aceite sagrado que mantuviera el mecanismo puro, fluido, constante.
Pero su mayor bendición era la Verificación Automática de Obras.
Mientras otros necesitaban recurrir a sistemas externos, los del Imperium contaban con una IA ancestral, entrenada por los antiguos del Consejo, capaz de autenticar textos, imágenes y conocimiento con precisión criptográfica.
Así se convirtieron también en guardianes del saber legítimo: lo falso no cruzaba su umbral.
Y cuando el silencio caía y las sombras del error amenazaban la estructura,
cada Imperium podía abrir su canal cifrado directo con el Consejo Técnico.
No se trataba de un mensaje cualquiera. Era como hablar al corazón mismo de la red.
Palabras selladas, escuchadas sólo por quienes sostenían los engranajes invisibles de Kimiary.
Por eso, en las Crónicas de CooBook se narra que si el Dominio es el corazón…
…el Imperium es la sangre.
Uno decide.
El otro valida.
Y juntos, mantienen viva la sinfonía de la cadena que no puede romperse.
El Nacimiento del Privilegio Aureum
Tras el despertar del Dominio Obsidiana y el ascenso del Imperium de Platino, el Ecosistema CooBook se expandió como una red de raíces luminosas a través del tejido digital del mundo.
Pero algo faltaba.
Los sabios del Consejo, reunidos bajo la bóveda de código y silencio, contemplaron el horizonte y vieron una verdad aún más profunda:
el conocimiento no solo necesita gobernantes y guardianes… necesita testigos activos.
Aquellos que no solo construyan la red, sino la vivan, la recorran, la prueben, la corrijan.
Fue entonces que los fuegos antiguos de la cadena ardieron de nuevo, y de esa llama dorada surgieron las cien tarjetas del Aureum Privilege — brillantes como la aurora, suaves como el tacto del pergamino, imbuidas en un degradado cálido que recordaba al saber compartido entre generaciones.
No eran élite, pero sí esenciales.
No comandaban, pero su voz tenía peso.
Cada tarjeta Aureum era un Nodo Participante de Nivel 2, diseñado para validar los metadatos y contenidos que fluían entre bloques.
No solo verificaban código, sino también contexto, calidad, origen.
Y porque la sabiduría debe tener derechos, a cada uno se le confió la gestión de licencias NFT: podían asignar permisos y contratos privados sobre libros vendidos, como notarios descentralizados de la propiedad intelectual en Kimiary.
A diferencia de los niveles superiores, los Aureum caminaban junto al pueblo.
Y por cada actividad verificada, por cada aporte justo y legítimo, recibían tokens como recompensa:
no como salario, sino como reconocimiento vivo.
El saber verificado alimentaba la red, y la red devolvía su gratitud.
No caminaban a ciegas.
A cada portador se le entregó la Herramienta de Análisis de Blockchain — un acceso anticipado a las métricas internas del sistema, como si observaran los latidos del corazón mismo de Kimiary.
Podían prever errores, anticipar cambios, y señalar desviaciones.
Y lo más precioso de todo…
su reputación era visible, pública, descentralizada.
Cada acción justa, cada colaboración, cada verificación exitosa se convertía en un score impreso en la cadena, imborrable, incorruptible.
Se dice que si cruzas los pasillos ocultos de la Biblioteca de la Cadena y ves un destello dorado, estás ante uno de ellos:
Un portador del Privilegio Aureum.
No lleva corona, ni escudo.
Pero camina con la luz del que construye verdad, bloque a bloque, sin pedir permiso.
Y así, el Ecosistema CooBook encontró equilibrio: El Dominio decide.
El Imperium valida.
El Aureum vive y transmite.
El Pacto del León Azul
Con el Dominio en la cima, el Imperium reforzando los cimientos y el Aureum recorriendo la red como sangre viviente, el Ecosistema CooBook floreció.
Pero no todo conocimiento es luz.
En las vastas cadenas de bloques, ocultas entre las capas de datos, empezaron a surgir sombras:
errores no intencionados, reputaciones infladas, y fragmentos de saber con más brillo que verdad.
El Consejo comprendió entonces que hacía falta un nuevo orden:
una casta de observadores sabios, imparciales, vigilantes silenciosos.
Así nació la cuarta reliquia:
el Royal Blue Accord.
Ciento cincuenta tarjetas sagradas, forjadas en un azul profundo como las capas del océano de la memoria,
cubiertas con acabados satinados que reflejaban la nobleza de su función.
Y al centro… el emblema de un león.
No era un adorno.
Era símbolo.
El león del Royal Blue Accord representaba aquello que sus portadores debían encarnar:
coraje sin agresión, autoridad sin tiranía, vigilancia sin codicia.
Estos no eran líderes, ni jueces.
Eran guardianes de la armonía interna, con la tarea de leer los bloques en tiempo real como Nodos Lectores L3,
accediendo a cada evento, cada firma, cada metadato, en el mismo instante en que nacía.
Miraban el presente, sí, pero con ojos del futuro.
A ellos se confió también la validación de reputación.
Cuando un autor publicaba, cuando una obra era evaluada, cuando un libro reclamaba autenticidad,
eran los Royal Blue quienes, con sabiduría silenciosa, añadían peso o advertencia.
Un rugido suyo bastaba para elevar o marcar un nombre.
Cada uno contaba con un panel de control descentralizado, pero no de poder — de visión.
Sus logs cifrados les permitían auditar sin invadir, ver sin violar, actuar sin ruido.
Y por si alguna vez la red requería NFTs compartidos o contratos con múltiples autores,
estos leones azules tenían el don de desbloquear firmas anidadas:
tecnología avanzada que tejía varias autenticaciones en una sola, como un canto polifónico unido en armonía.
Pero lo más sutil de su rol, y quizá el más poderoso, era su derecho a proponer funciones nuevas al mismísimo código central de la Kimiary Smart Chain.
No decidían, pero sus sugerencias se alzaban como rugidos en la llanura digital:
la red los escuchaba.
Por eso, cuando un libro brilla sin razón, cuando una obra reclama lo que no ha ganado,
o cuando los ojos de la red necesitan ver con claridad,
es el León Azul quien se alza.
No por encima,
sino a los lados de todos,
como el guardián real de un pacto invisible: el pacto de la verdad, la justicia y la coherencia.
El Génesis de Marfil
Mucho después de que los rugidos del León Azul calmaran la red y los pilares del saber quedaran asegurados por Dominions, Imperiums y Aureums, una pregunta quedó flotando en los ecos digitales:
¿Dónde estaba el lugar para los caminantes?
¿Para los primeros lectores?
¿Para quienes no gobernaban ni auditaban, pero deseaban entender?
Así fue como los sabios del Consejo, ya envejecidos por la carga del código, decidieron abrir las puertas de la red a una nueva estirpe:
no élite, no vigía, no juez.
Sino buscadores.
De sus manos brotó entonces la quinta y última reliquia:
la tarjeta Ivory Genesis.
Doscientas unidades suaves como pergamino recién abierto, puras como la intención original del conocimiento.
Cada una, bañada en marfil claro, llevaba acentos dorados no como símbolo de poder…
sino de promesa.
Los portadores del Ivory no eran nodos activos, ni testigos del consenso.
Eran exploradores con licencia, lectores con hambre de comprensión, conectados como Nodos Lectores Pasivos, capaces de descifrar los metadatos y licencias públicas de las obras en la cadena.
La red los protegía con el don de la IA de autenticación, aunque limitada, permitiéndoles consultar si un contenido era legítimo, sin intervenir en su validación.
Eran como aprendices que sostienen una espada aún envainada:
miraban, comprendían, pero no cortaban.
Y cuando la red temblaba — cuando un fork amenazaba, cuando un fallo surgía, cuando un bloque era mutado —
eran los Ivory quienes recibían primero las alertas.
Porque a veces, el primer paso hacia la verdad es la conciencia.
Aunque su voto tenía poco peso (0.5x), tenían derecho a participar en las encuestas internas del sistema,
y eso los convertía en algo más grande de lo que parecía:
la voz dormida de la comunidad que despierta.
El Ivory Genesis representa el origen de la sabiduría:
no el que domina, sino el que escucha.
No el que dicta, sino el que se forma.
Por eso, sus portadores caminan en silencio entre los demás, leyendo sin ser vistos, observando sin ruido,
como escribas que un día tomarán la pluma…
pero hoy, humildemente, aún aprenden a leer.
Y así, el Ecosistema CooBook se selló con equilibrio perfecto:
Obsidian gobierna,
Platinum valida,
Aureum recorre,
Royal Blue observa,
Ivory recuerda por qué empezó todo.
Un ciclo completo.
Un código con alma.
Una cadena viva donde cada tarjeta es historia, función y símbolo.
El Juramento de la Esmeralda
Y cuando todo parecía concluido…
Cuando los grandes nodos ya estaban encendidos y el tejido del conocimiento respiraba en armonía,
el Consejo miró con satisfacción su obra:
Los Obsidian custodiaban la voluntad.
Los Platinum sostenían la estructura.
Los Aureum recorrían el flujo del contenido.
Los Royal Blue velaban desde las alturas.
Los Ivory se preparaban para heredar.
Pero entonces, en medio del silencio sagrado de la cadena, una voz se alzó.
No una voz poderosa.
No una voz antigua.
Una voz nueva, aún sin nombre, aún sin título, aún sin lugar.
“¿Y nosotros?”
Eran ellos:
los lectores anónimos,
los exploradores silenciosos,
los primeros en confiar, antes de saber qué era la red.
No pedían poder.
Pedían presencia real.
Pedían ser vinculados al sistema vivo, no como observadores pasivos, sino como parte orgánica del mismo.
Ellos eran la raíz.
El suelo.
El alma.
Y entonces, por primera vez, los arquitectos del Dominio no respondieron con código…
sino con reverencia.
Así fue como se crearon las tarjetas más difíciles,
más sagradas,
y más numerosas de toda la historia del Ecosistema CooBook:
las Esmerald Passage.
25.000 tarjetas.
No como reflejo de masividad.
Sino como símbolo de presencia humana distribuida,
como gotas de vida sembradas en toda la red.
Cada una fue forjada en un tono de verde esmeralda profundo,
un color que no solo representaba esperanza…
sino valor oculto.
A los portadores de la Esmerald Passage se les otorgó el derecho de pertenencia sellado:
su wallet no solo quedaba registrada —
quedaba inscrita como testimonio de un nuevo pacto:
“Yo fui de los primeros.
Yo activé esta red con mi curiosidad.
Yo elegí formar parte antes de que fuera seguro hacerlo.”
Se les concedió el don de la lectura segura,
mediante firmas de acceso que blindaban su vínculo con la cadena,
como lectores firmantes de manuscritos sagrados.
Pero no solo leían.
Participaban en eventos, pruebas, airdrops:
se volvían el campo de entrenamiento de la red.
Todo lo nuevo pasaba por ellos primero.
Eran la masa crítica que hacía que Kimiary aprendiera, creciera, mejorara.
Se les entregó un panel visual para leer el estado de la red como si observaran el clima del mundo:
forks, errores, mutaciones —
nada escapaba a sus ojos si sabían mirar.
Y quienes decidían compartir contenido verificado,
eran recompensados como sembradores de autenticidad.
No eran influencers.
Eran guardianes cotidianos de la verdad digital.
Hoy, cuando un autor publica por primera vez…
cuando una obra se autentica,
cuando una función nueva se activa en la red,
hay una pregunta que se repite:
“¿Lo han visto ya los Esmeralda?”
Porque lo que ellos aprueban, vive.
Lo que ellos ignoran, muere en silencio.
Por eso, aunque fueron llamados “nivel de entrada”,
los sabios del Consejo ahora saben la verdad:
“La cadena comienza con el fuego…
pero solo se vuelve eterna con raíces.”